Nuestro sistema alimentario actual no consigue suministrar alimentos sanos y sostenibles a las personas y contribuye a problemas como el cambio climático, el desperdicio alimentario y la desigualdad económica.
En un mundo cada vez más urbanizado, las ciudades pueden ser parte de la respuesta para abordar algunos de estos problemas. Las ciudades pueden diseñar y aplicar políticas alimentarias que empoderen a su comunidad, hagan sostenible el trayecto de la "granja a la mesa", promuevan un uso de los recursos que no genere residuos y garanticen que las personas tengan dietas sanas y sostenibles.
De hecho, las ciudades - donde ya reside más de la mitad de la población mundial - se enfrentan a retos cada vez mayores, muchos de ellos relacionados con la alimentación. Ellas tienen un gran poder para potenciar la regeneración de nuestro sistema alimentario. Para que esta transformación urbana sea posible, hay un punto que no puede pasarse por alto: las comunidades locales y la ciudadanía deben participar en el diseño de las políticas, y co-crear las políticas que les afectarán.
¿Qué papel juegan las ciudades para capacitar a la comunidad?
Cuando una ciudad fomenta procesos inclusivos de elaboración de políticas e implica a múltiples partes interesadas, promueve sistemas alimentarios que aportan beneficios climáticos, sociales, económicos y culturales.
Algunos de los procesos participativos que pueden adoptar los municipios son: implicar a todas las partes interesadas en un asunto concreto antes de tomar medidas; fomentar el desarrollo de Consejos Alimentarios; crear un canal abierto de comunicación con la ciudadanía para mantenerla al día de los proyectos en curso; colaborar con organizaciones, el mundo académico y expertos externos para integrar los conocimientos disponibles y facilitar los procesos y las negociaciones.
Al emprender el viaje hacia sistemas alimentarios sostenibles, las ciudades no pueden pasar por alto a una comunidad crucial para garantizar alimentos sanos, sostenibles y nutritivos a su ciudadanía: las personas productoras.
Las personas productoras, especialmente los de pequeña escala, son la espina dorsal de nuestra producción alimentaria y están atrapados en una red de desafíos: bajos beneficios, altos riesgos, los impactos inminentes del cambio climático y una falta crónica de reconocimiento. Además de los retos, muy rara vez forman parte del proceso de toma de decisiones, lo que conduce a una falta de control sobre las políticas que afectarán directamente a sus medios de vida.
De ahí que los municipios puedan servir de centros neurálgicos para implicar a los agricultores en los procesos de toma de decisiones garantizando que sus voces sean reconocidas. Algunos de los métodos participativos son:
Involucrar a las personas productoras en los debates políticos para garantizar que se tengan en cuenta sus perspectivas y necesidades. Las personas productoras poseen una gran riqueza de conocimientos y percepciones derivadas de la experiencia de primera mano, que pueden ser inestimables para elaborar políticas prácticas y eficaces.
Los Consejos Alimentarios, que reúnen a representantes del gobierno, la sociedad civil, las empresas y la comunidad agrícola, son espacios para debatir y elaborar recomendaciones sobre política alimentaria. Estos consejos ofrecen un espacio para que las personas productoras expresen sus preocupaciones, compartan sus conocimientos y contribuyan a dar forma a políticas que reflejen sus realidades.
Facilitar conexiones directas entre personas productoras y consumidoras a través de la promoción de iniciativas, como los mercados que facilitan la interacción directa entre ambas partes, refuerza los vínculos entre las zonas rurales y urbanas y promueve la transparencia y la equidad en el sistema alimentario.
Compra pública de alimentos sostenible y estratégica: Las autoridades públicas desempeñan un papel crucial a la hora de determinar el origen y la naturaleza de las compras de alimentos, así como las opciones de menú en los comedores públicos. Esta influencia se extiende a toda la cadena de suministro alimentario. Al dar prioridad al abastecimiento procedente de pequeños productores que aplican prácticas agroecológicas y tener en cuenta factores que van más allá del precio, como la salubridad y la sostenibilidad de los productos, la contratación pública puede influir significativamente en el sistema alimentario, impulsando un cambio transformador.
Buenas experiencias
Tanto Valencia como Zaragoza tienen sus propios consejos alimentarios, en los que participan más de 100 partes interesadas del sistema alimentario local, incluidas personas productoras locales.
En ambos casos, ha existido un compromiso para trabajar en el tema de la contratación y compra pública alimentaria para apoyar la agricultura urbana y facilitar conexiones entre los productores ecológicos locales y los comedores. Particularmente en el caso de Valencia, esta conexión se ha conseguido organizando reuniones entre proveedores y compradores para crear oportunidades de diálogo y ofreciendo sesiones de formación a las escuelas para impulsar la demanda hacia alimentos más sanos y sostenibles. Estos esfuerzos garantizan que los productores locales estén representados y se pueda avanzar hacia un sistema alimentario local resiliente y justo. Desafortunadamente, en ambas ciudades, los consejos alimentarios se han paralizados debido a los últimos cambios políticos.
En Zaragoza, se ha trabajado en los diferentes pliegos de contratación alimentaria, de competencia municipal, para incorporar más productos frescos, de temporada y ecológicos de la Huerta Zaragoza y otras producciones de inserción socio-laboral. Próximamente está previsto que se publiquen dos guías del proceso participativo que se ha llevado a cabo, así como un manual de contratación para los técnicos y las técnicas del Ayuntamiento que tienen que redactar los pliegos para incorporar más ambición a los mismos.
Conclusión
Las ciudades tienen el potencial de crear una política alimentaria global compuesta por diferentes estrategias que garanticen una alimentación segura, sana, sostenible y nutritiva para su ciudadanía. Para garantizar la eficacia y durabilidad de estas estrategias alimentarias, es crucial la participación activa de todas las partes interesadas en el proceso de elaboración de políticas, incluidas las personas productoras que suelen quedar desatendidas. Por esta razón, es esencial que participen en los debates políticos y en los procedimientos de toma de decisiones. Su inclusión contribuirá a potenciar la regeneración de nuestro sistema alimentario.
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