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La deuda del hambre no deja de crecer

Expertas de IPES-Food hacen sonar la alarma de que los países tienen que elegir entre pagar la creciente deuda y reducir el hambre.


El sistema alimentario mundial está bajo una gran presión. Desafortunadamente, es probable que esta tensión aumente en las próximas décadas, particularmente a la luz de la ciencia establecida en el último informe del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC) publicado hace unas semanas.


Alrededor del 30% de todas las emisiones de gases de efecto invernadero se originan en los sistemas agro-alimentarios del mundo, según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura. El nuevo informe del IPCC enfatiza que para prevenir lo peor de la crisis climática, en cuanto a frecuencia y gravedad de los fenómenos meteorológicos y climáticos, los sistemas alimentarios y agrícolas del mundo requieren una transformación significativa.


La guerra y los conflictos causan estragos en el sistema alimentario mundial. Lo hemos visto recientemente con la invasión rusa en Ucrania, que ha tenido graves impactos en el suministro y el comercio mundial de alimentos, pero hay una multitud de otros conflictos menos cubiertos que han causado hambre y un sufrimiento incalculable, como en el caso de Burkina Faso, Nigeria o Yemen.


“A medida que las deudas se salen de control y los países más pobres del mundo luchan por satisfacer las necesidades básicas de sus poblaciones, las tasas de hambre y pobreza que aumentan rápidamente en la actualidad pronto podrían convertirse en un maremoto, revirtiendo décadas de progreso y provocando más inestabilidad y conflicto”.


Esa es la dura advertencia de 'Rompiendo el ciclo de los sistemas alimentarios insostenibles, el hambre y la deuda', un nuevo informe del Panel Internacional de Expertos en Sistemas Alimentarios Sostenibles (IPES-Food). Se considera que el 60 % de los países de bajos ingresos corren ahora un alto riesgo de sobre-endeudamiento o ya se encuentran en esa situación, mientras que unos 21 países se acercan a niveles catastróficos tanto de sobre-endeudamiento como de inseguridad alimentaria. Zambia, Sri Lanka y Surinam ya han incumplido el pago de sus deudas; Ghana y Pakistán se encuentran actualmente en conversaciones urgentes para evitar el incumplimiento.


Esencialmente, pagar la creciente deuda dejará a los países con menos recursos sin dinero suficiente para cosas como la protección social, la construcción de resiliencia al cambio climático y la transformación de los sistemas alimentarios. También significa que más personas pasarán hambre.


Anteriormente ya ha habido otras crisis de deuda, como en la década de 1980, cuando repentinamente los aumentos de las tasas de interés en los países occidentales, con el objetivo de frenar la inflación, desencadenaron una crisis masiva para los países en desarrollo que no pudieron pagar las deudas. Por ejemplo, en agosto de 1982, México dijo que ya no podía pagar y así inició una cadena de impagos de deuda soberana en todo el mundo.


El apoyo financiero brindado a estos países se basó en la adopción de un conjunto de políticas que estaban respaldadas por una fuerte creencia en mercados sin restricciones y un papel reducido para el gobierno. Estas políticas de "ajuste estructural", llevadas a cabo por el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial tuvieron enormes implicaciones para los sistemas alimentarios, porque los países en desarrollo estaban obligados a recortar los gastos estatales en programas sociales en salud pública, educación, etc., liberalizar sus economías y priorizar el crecimiento impulsado por las exportaciones en sectores como la agricultura para obtener divisas que podrían utilizarse para pagar deudas.


Además, estos programas socavaron la capacidad de los países en desarrollo para satisfacer las necesidades alimentarias internas sin depender de las importaciones, particularmente al marginar a los pequeños productores de alimentos y desplazar las dietas tradicionales.


Pero esta crisis que vivimos actualmente es peor, pues se combina con una importante crisis mundial de precios de los alimentos, y ambas se refuerzan mutuamente. A medida que las tasas de interés continúan subiendo, la situación presenta un doble golpe para muchos países que son focos de hambruna y experimentan niveles de deuda insostenibles. La situación es, en definitiva, urgente y requiere acción.


¿Qué está impulsando el círculo vicioso de los sistemas alimentarios y la deuda insostenibles?

Según el informe de IPES-Food, los responsables políticos están "ignorando" el papel fundamental que desempeñan los sistemas alimentarios insostenibles e inequitativos en los crecientes niveles de deuda y hambre, e identificó cuatro formas clave en que lo están haciendo.


1. Dependencia de las importaciones


Los programas de ajuste estructural mencionados anteriormente empujaron a los países de bajos ingresos a producir y exportar cultivos comerciales y depender de las importaciones de alimentos básicos como el arroz y el trigo. Al mismo tiempo, la liberalización del comercio multilateral significó que alimentos altamente subsidiados de naciones ricas aparecieran en estos lugares.


¿El resultado? Una disminución en la producción de alimentos básicos en África, donde las facturas de importación de alimentos se han más que triplicado en las últimas décadas.


Los países que dependían de Rusia y Ucrania para su consumo de trigo todavía siguen esperando a que llegue la ayuda. Las exportaciones han crecido, pero eso no ha reducido el hambre y la pobreza en muchos de estos países. Argentina es un ejemplo perfecto.


2. Flujos financieros extractivos


IPES-Food afirma que durante décadas, los modelos insostenibles de financiación del (agro)desarrollo y la canalización de la riqueza fuera del Sur Global han vaciado el papel del Estado en la provisión de seguridad alimentaria y han creado ciclos persistentes de austeridad y deuda. Esta situación ha llevado a que los gobiernos recurran recurren cada vez más a las asociaciones público-privadas (APP) para financiar proyectos de desarrollo. Las APP centradas en la agricultura se han vuelto particularmente prominentes a raíz de los aumentos repentinos de los precios de los alimentos en 2007-2008, junto con la ayuda para el desarrollo. En particular, la financiación para el desarrollo agrícola se ha canalizado a través de asociaciones favorables a las empresas centradas en aumentar la productividad a través de insumos químicos y desarrollar las exportaciones agrícolas y los corredores de crecimiento.


Además, los altos niveles de deuda están desplazando inversiones críticas para cumplir con los Objetivos de Desarrollo Sostenibles (ODS), y se estima que los costes del servicio de la deuda superan el gasto climático en el 94 % de los países, el gasto en salud y protección social en el 80 % y la educación en dos tercios.


“Ante las perturbaciones económicas de 2020-2022, los países que enfrentan tensiones presupuestarias están respondiendo una vez más con mayor austeridad e inversiones perdidas. Sorprendentemente, 64 países en desarrollo gastaron más en pagos de deuda que en atención médica durante el primer año de la pandemia de COVID-19.”


Retrasar la inversión en la transformación del sistema alimentario es particularmente miope, dado que los sistemas alimentarios equitativos y resilientes al clima son clave para cumplir con casi todos los ODS. Actualmente, por lo tanto, los flujos financieros que entran y salen de los sistemas alimentarios están contribuyendo a los problemas macro-económicos que enfrentan docenas de países y socavando de manera crítica la capacidad de los gobiernos y las sociedades para responder a desafíos como la seguridad alimentaria y la resiliencia climática. Por lo tanto, romper estos ciclos es clave para abordar la crisis de la deuda y generaría enormes beneficios.


3. Ciclos y consolidación empresarial


Estos ciclos a menudo conducen a una consolidación generalizada en el sector agrícola y es posible que ya se esté produciendo otro (ciclo) perjudicial. Los perdedores serán los las comunidades rurales más pobres del mundo, que tienen poco acceso al apoyo estatal. Como observó el Grupo de Respuesta a la Crisis Global de la ONU, los animales de trabajo se venden y las familias se endeudan cada vez más en respuesta a la actual crisis de precios de los alimentos.


Los ganadores, como ya se puede ver en las noticias, son los gigantes de la agro-industria de hoy. Los comerciantes de granos están ganando dinero y se esperaba que las 9 principales empresas de fertilizantes del mundo cuadruplicaran sus ganancias en 2022 en comparación con 2020.


4. Colapso climático


Muchos países altamente endeudados también son muy vulnerables a los impactos climáticos. De hecho, los países del Sahel (Burkina Faso, Malí y Níger en particular) se encontraban entre los que ya experimentaban las nefastas consecuencias del clima y la inestabilidad socio-económica antes de la guerra de Ucrania y, por lo tanto, eran muy vulnerables a la subida de precios de 2022. Países en desarrollo más grandes, como Pakistán, están también entre la espada y la pared: necesitan endeudarse más si quieren invertir en medidas para protegerse a sí mismos y a sus producciones alimentarias.


La proporción de financiación climática que se destina a la transformación de los sistemas alimentarios es lamentablemente baja, solo el 3 %, y los fondos que hay tienden a destinarse a compensaciones/eliminaciones de carbono y agricultura de carbono, que “corren el riesgo de reforzar la producción de productos básicos a gran escala” a expensas de seguridad alimentaria.


A pesar de estas amenazas, la transformación de los sistemas alimentarios para desarrollar la resiliencia climática no ha recibido suficiente prioridad y ha recibido una financiación insuficiente. En 2009, se prometieron 100.000 millones de dólares anuales de 'financiación climática' a los países en desarrollo para 2020, pero la promesa nunca se cumplió. En la conferencia mundial sobre el clima de 2022 en Egipto ('COP27'), se acordó un fondo de 'Pérdidas y daños', pero no hay garantía de que entregará las finanzas en la escala y del tipo necesario.


En la mayoría de los países de bajos ingresos, los costos del servicio de la deuda continúan superando el gasto climático. Mientras tanto, solo el 3 % de la financiación climática pública se canaliza a los sistemas alimentarios y los fondos que hay tienden a destinarse a compensaciones/eliminaciones de carbono y agricultura de carbono, que corren el riesgo de reforzar la producción de productos básicos a gran escala a expensas de seguridad alimentaria.


¿Cuál es la solución ante estos problemas?

El informe recomienda tres acciones para abordar ambas crisis (la crisis alimentaria y la de la deuda): (1) brindar un nivel adecuado de alivio de la deuda y financiación para el desarrollo; (2) impuestos extraordinarios sobre los especuladores de alimentos, beneficiarios de los picos de precios de los alimentos para lograr una justicia fiscal y climática, y (3) democratizar la gobernanza de los sistemas alimentarios y reformar las instituciones, como el Banco Mundial y el FMI para anteponer los intereses de los países más pobres y las poblaciones más vulnerables a nivel mundial.


Barbados ya ha propuesto una iniciativa para abordar la triple crisis (costo de la vida, deuda y cambio climático) y esta agenda está cobrando impulso. No obstante, es importante no repetir los errores del pasado y que los gobiernos, a todos los niveles, se impliquen para ayudar a aliviar la crisis de la deuda de los países con menos recursos. Poderosos intereses pueden perder con una transformación de los sistemas alimentarios para alejarse de las importaciones excesivas de alimentos hacia una mayor autosuficiencia. Ahora es el momento perfecto llevar esta necesaria conversación aún más lejos y levar a cabo acciones que nos ayuden a alcanzar nuestros objetivos climáticos y socio-económicos.

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