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El movimiento "Good Food Good Farming" lucha por un mejor sistema alimentario en la UE

phernandezolivan

Actualizado: 26 jun 2023

El movimiento Good Food Good Farming (GFGF) ha lanzado una campaña para defender y promover la urgente necesidad de que Europa transite hacia sistemas alimentarios sostenibles.


El próximo mes de septiembre, la Comisión Europea propondrá una Ley sobre sistemas alimentarios sostenibles, que podría cambiar las reglas del juego para el futuro de la alimentación y la agricultura europeas. Sin embargo, este importante texto legislativo está amenazado, ya que la agroindustria y los líderes políticos conservadores de la UE intentan desbaratar cualquier intento de la UE de transición hacia sistemas alimentarios sostenibles.


El movimiento Good Food Good Farming (GFGF), del que Mensa Cívica es miembro activo, lanza una campaña para defender y promover la urgente necesidad de que Europa transite hacia sistemas alimentarios sostenibles. En este artículo te invitamos a seguir el viaje de la zanahoria del GFGF y a aprender más sobre los sistemas alimentarios.


¿Qué es un sistema alimentario?

Los sistemas alimentarios engloban todas las actividades relacionadas con la producción, distribución, consumo y gobernanza de nuestros alimentos. Por ejemplo, ¿cómo se cultivan tus zanahorias y llegan del campo a tu cocina?


Tras la cosecha, estas zanahorias se transportan y acaban vendiéndose a particulares y comedores públicos, que las cocinan y sirven. De la granja al tenedor, estos alimentos requieren la participación de muchos actores diferentes: productores de alimentos, minoristas y consumidores, pero también distribuidores a gran escala y empresas agroquímicas. Todas estas interacciones alimentarias no se producen al azar: están moldeadas por los responsables políticos e influidas por la cultura.


¿Cuál es el problema?

A nivel de producción, nuestro sistema alimentario se basa en la industrialización y en el uso intensivo de pesticidas sintéticos, fertilizantes químicos y monocultivos que amenazan la salud humana y la biodiversidad. ¿Cómo? Agotando los suelos, contaminando el agua y poniendo en peligro la vida salvaje, lo que pone en peligro todo el sistema ecológico del que depende la producción de alimentos. Es más, los beneficios generados por la agricultura industrial caen en manos de unas pocas empresas transnacionales, obligando a las comunidades agrícolas locales a abandonar su trabajo o a ser remuneradas de forma deficitaria.


A nivel de mercado, la industria alimentaria da prioridad a los beneficios frente a las preocupaciones sociales y medioambientales. Por ejemplo, estrategias de marketing como las ofertas "compre 2 por 1" y las ofertas por tiempo limitado fomentan la compra excesiva y el despilfarro. Además, los estándares estéticos del mercado para los productos alimentarios son innecesariamente elevados, lo que provoca que alimentos en perfecto estado sean rechazados o desechados por los supermercados.


La ciudadanía paga el alto precio

Una de cada cinco personas en Europa no puede permitirse una comida sana y nutritiva con regularidad, porque aunque los alimentos industriales suelen ser los más asequibles y accesibles en tiendas y comedores, también tienen un valor nutritivo muy bajo. Como consecuencia, cada vez más personas tienen dietas poco saludables que conllevan riesgos para la salud, como la obesidad, la diabetes y/o las enfermedades cardíacas.


Mientras tanto, las políticas alimentarias europeas, como la Política Agrícola Común, subvencionan fuertemente la ganadería industrial a gran escala que suministra proteínas animales baratas a costa de la salud pública, el bienestar animal y el clima. Y esto ni siquiera resuelve el problema del hambre en el mundo.


A pesar de que el mundo produce alimentos suficientes para alimentar a 10.000 millones de personas, el hambre y la malnutrición van en aumento (3.100 millones de personas en todo el mundo). Una de las principales razones es que nuestro sistema actual favorece la sobreproducción al tiempo que no logra una distribución justa de los alimentos.


Por último, pero no por ello menos importante, los precios de los alimentos están subiendo, pero los ingresos de las personas productoras no.


No hay que creerse todo lo que dicen

Las multinacionales de la agroindustria quieren hacernos creer que el modelo de agricultura industrial es el único capaz de alimentar al mundo. Pero lo que no dicen es que lo necesitan para mantenerse a flote y seguir obteniendo beneficios de la venta de semillas manipuladas (¿has oído hablar de los alimentos transgenicos?), pesticidas sintéticos y alimentos altamente procesados o ultra-procesados.


Y no escatiman en utilizar cualquier medio posible, incluso si eso significa encubrir el impacto destructivo de la agricultura industrial sobre la salud humana y el medio ambiente.


¿Cuál es el camino a seguir?

El camino a seguir tiene dos vertientes: el cambio debe producirse a nivel político y a nivel del sistema alimentario.


Empecemos por el aspecto político. Los sistemas alimentarios están muy conectados y son cada vez más globales. Abarcan una amplia variedad de actores a lo largo de toda la cadena alimentaria, al tiempo que se conectan con muchas otras áreas relacionadas: economía, comercio, salud pública, medio ambiente, desarrollo comunitario, nutrición, etc. Y, sin embargo, las políticas se siguen haciendo en silos, lo que lleva a muchas incoherencias y reglamentaciones contradictorias. Por este motivo, Mensa Cívica junto con otras organizaciones a nivel europeo ha venido reclamando una Política Alimentaria Común que garantice la coherencia y consistencia entre las políticas alimentaria, ambiental, sanitaria, agrícola y comercial, y que marque la dirección de los sistemas alimentarios buenos, limpios y justos.


Y necesitamos desarrollar un enfoque holístico similar en nuestra comprensión de las relaciones entre los alimentos, la agricultura y las personas, con la agroecología. La agroecología es un sistema agrícola basado en principios ecológicos, sociales y políticos para alimentar a las comunidades respetando el medio ambiente. También es un movimiento social de personas que luchan por la soberanía alimentaria, los medios de vida de los pequeños productores de alimentos, los conocimientos indígenas y el derecho a alimentos nutritivos para todos. El paso a la agroecología en toda Europa reduciría en un 47% las emisiones de gases de efecto invernadero del sector agrícola, aumentaría la biodiversidad y protegería los recursos naturales.


Una forma eficaz de que las autoridades públicas promuevan los principios agroecológicos es mejorando la compra pública de alimentos, que es el proceso por el que las autoridades públicas adquieren alimentos para distribuirlos en escuelas, hospitales, bancos de alimentos o en casos de ayuda alimentaria de emergencia. El acceso a dietas sanas podría aumentar si las prácticas de compra pública de alimentos favorecieran los alimentos locales, de temporada y de origen vegetal, y si las autoridades públicas fijaran precios justos para los alimentos, permitieran la venta directa y utilizaran estrategias como la planificación precisa de la demanda. Esto también ayudaría a los pequeños agricultores a asegurarse unos ingresos justos y a reducir el desperdicio de alimentos.


¿Por qué hablamos de esto ahora?

Como parte de la estrategia de la UE "de la granja a la mesa", se espera que la Comisión Europea publique en septiembre de 2023 una propuesta de ley marco para los sistemas alimentarios sostenibles. Se trata de una oportunidad única de cambiar a mejor nuestro sistema alimentario.


No sólo creará obligaciones jurídicamente vinculantes para ayudar a la transición hacia sistemas alimentarios sostenibles, sino que también abordará las múltiples dimensiones y desafíos de nuestro sistema alimentario. Si se redacta correctamente, esta Ley podría integrar la sostenibilidad en todos los ámbitos políticos relacionados con la alimentación, como la salud, el medio ambiente, el comercio y la agricultura, al tiempo que aborda problemas sistémicos como el acceso desigual a alimentos sanos y asequibles, las prácticas agrícolas insostenibles y la concentración de poder y riqueza en la industria alimentaria. Genial, ¿verdad?


 
 
 

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