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¿A qué nos referimos cuando hablamos de "alimentación inteligente"?

El 18 de diciembre de 2023 se celebró la jornada titulada Dieta Mediterránea: La alimentación inteligente, organizada por SEDCA (Sociedad Española de Dietética y Ciencias de la Alimentación), Mensa Cívica, Colegio Oficial de Enfermería de Zaragoza y la Fundación Alimentación Saludable, en el Centro Joaquín Roncal de Zaragoza.


El evento lo inauguró Jesús Román, presidente de la Asociación de Alimentación Saludable y profesor de la Universidad Complutense de Madrid, quien proporcionó algunas claves para la comprensión de qué es la alimentación inteligente y cuáles son los efectos que esta puede tener en nuestra salud. Destacó que el potencial aumento de la esperanza de vida en nuestro país se debe, principalmente, al sistema sanitario, a los estilos de vida y, como se adivina por el título de la jornada, a la dieta mediterránea como dieta inteligente. Clarificó que el papel de la genética es también crucial, pero que esta no lo determina todo, sino que los factores externos citados - con especial atención a la alimentación - pueden expresar o potenciar lo genético. Esto es, todo lo que ingerimos repercute en nuestra salud.


El profesor expuso el aumento exponencial de personas que, en nuestro país, padecen sobrepeso y obesidad, con los problemas que esto conlleva: hipertensión, colesterol, diabetes… sin olvidar los costes socio-económicos. También presentó un mapa en el que se mostraba la enorme diferencia en mortalidad cardiovascular entre provincias, siendo Andalucía la que presentaba índices más elevados.


De las causas destacadas de estas enfermedades no contagiosas expuso aquellas relacionadas con la dieta. Estas siempre han sido achacadas a los excesos. Sin embargo, quitando la del exceso de sal y la correlación entre los productos ultraprocesados y dichas enfermedades, lo subrayable es que la mayoría se deben a la carencia u omisión de ciertos alimentos en la ingesta, tales como cereales integrales, frutas, frutos secos, pescado o vegetales. Según la encuesta mostrada por Jesús, el 26% de las mujeres no come fruta a diario y el 36% de los hombres tampoco, así como un 59% de los hombres dice no comer verdura a diario y un 48% de mujeres tampoco, con el añadido de que la mitad de la población se declara sedentaria.


Ante esta situación Jesús alentó a consumir productos frescos y de cercanía, siendo la fruta, la verdura, las legumbres, los frutos secos, el aceite de oliva y el pescado los productos clave para la dieta inteligente. Ahora bien, todo esto tiene que ir acompañado de la variabilidad en la dieta, el ejercicio físico y una buena hidratación. Con estas claves, comentó, se pueden prevenir y reducir multitud de enfermedades. Sobre la base de estos argumentos la UNESCO reconoció la dieta mediterránea como patrimonio inmaterial de la humanidad.


La segunda ponencia corrió a cargo de Maria Lourdes de Torres, coordinadora de nutrición del Colegio Oficial de Enfermería de Zaragoza, quien trató del origen, de la filosofía y de la cultura de la dieta mediterránea. Las características principales de esta son que los alimentos han cultivarse y producirse en el entorno, que la moderada ingesta de carne respondía a la cultura ancestral cazadora y que no había lugar para la importación de alimentos provenientes de otros lugares. Es decir, es una dieta con un impacto ambiental mínimo; una dieta reducida, reutilizable y reciclada. Mª Lourdes comentó que el concepto de dieta mediterránea se acuñó a mediados del siglo XX a raíz del estudio comparativo de siete países realizado por Ancel y Margaret Keys mediante el cual detectaron que en los países mediterráneos consumían en cantidad frutos secos, aceite de oliva y vegetales, siendo estos últimos la base de la dieta.


Ahora bien, alimentarse inteligentemente con la dieta mediterránea- que tiene como ingredientes claves los cereales y legumbres, las verduras y frutas, los pescados y mariscos, las carnes blancas y poco de las rojas, los huevos, la leche, el yogur, el queso, los frutos secos, las aceitunas y el aceite de oliva- es tan sólo uno de los tres pilares de la vida sana. A parte de esta alimentación, los dos restantes son el ejercicio físico y la hidratación. Por otro lado, Mª Lourdes destacó la importancia de la variación en la dieta, tanto de los productos como de las técnicas culinarias.


La tercera intervención fue por parte de Blanca Aguilar, jurista especializada en compra pública y técnica de proyectos de Mensa Cívica, quien habló sobre políticas alimentarias. Comenzó explicando cómo el Pacto Verde Europeo y su estrategia de la Granja a la Mesa habían depositado muchas esperanzas para la definición y regulación de los sistemas alimentarios sostenibles, para el establecimiento de criterios de mejora en materia de contratación pública, así como en el establecimiento de un marco de gobernanza multinivel y coordinado para la mejora de dichos sistemas.


Lamentablemente, estas cuestiones han quedado fuera de la agenda política antes de las elecciones de la UE en junio del 2024. Una situación similar acontece en materia de contratación pública para la introducción de criterios mínimos obligatorios que aboguen por la sostenibilidad, prolongada la decisión hasta el 2025, pese a los avances y diálogos establecidos.


Por otro lado, Blanca comentó que la propuesta de la Comisión encaminada a la reducción de plaguicidas en la UE, ha sido saboteada por los cabilderos de la agroindustria y la biotecnología que se benefician de este mercado. Estos grupos de presión han seguido una estrategia para diluir esta ley retrasando el debate solicitando estudios de impacto y debilitando el reglamento ya acordado. En vísperas de las elecciones europeas, la influencia y poder que detentan es harto preocupante. Estos mismos lobbys también están presionando para que se desregulen los Organismos Modificados Genéticamente, como parte de la propuesta sobre Nuevas Técnicas Genómicas, arguyendo que ayudarán a reducir los plaguicidas y a alcanzar objetivos de sostenibilidad. No existe ninguna evidencia científica que avale esta narrativa y resulta sospechoso, pues encierra la contradicción de que por un lado sean adalides de la no reducción de plaguicidas y por el otro argumenten que con los OMGs se reducen y se logran objetivos. Otros de argumentos esgrimidos para la desregularización de estos son la “innovación” y la “sostenibilidad”. Por ello, en la jornada Blanca expresó claramente la posición al respecto de nuestra asociación.



Los riesgos derivados de estas desregularizaciones pasan por la pérdida de la libertad de elección de compra, producción y venta, por el mayor control empresarial sobre los agricultores, la contaminación cruzada de productos y su amenaza para los alimentos ecológicos, el impacto incierto en la biodiversidad, la no posibilidad de rechazo por parte de los países y el aumento potencial de los pesticidas. Esperanzadoramente, los ministros de Agricultura de la UE están divididos en relación con el acuerdo, puesto que aún quedan muchas cuestiones abiertas.


Otra de las propuestas políticas de la UE es la de Bienestar Animal. Blanca destacó sus características, siendo las principales la prohibición de jaulas y mutilaciones, limitación del transporte de animales vivos y la aplicación de un sistema que evalúe el bienestar animal hecho con parámetros acordes a los propios animales. No obstante, esta propuesta tampoco parece que vaya a materializarse próximamente. O al menos, no totalmente.


Por último, Blanca enfatizó en el papel que debemos jugar como sociedad civil. Debemos tejer redes entre asociaciones y los municipios, reforzar las relaciones en todos los niveles de gobernanza, abogar por la construcción de mejores políticas alimentarias e implicar a todos los actores que intervienen en las políticas que deseamos trazar. Así pues, su intervención terminó recordando que las elecciones europeas de junio del 2024 son una oportunidad para participar en campañas y acciones que tengan como objetivo la creación de sistemas alimentarios sostenibles.



Posteriormente, Paola Hernández, coordinadora de proyectos de Mensa Cívica, trató sobre los retos y perspectivas de una alimentación sostenible. Su ponencia comenzó con un breve repaso de la preocupante situación actual del sistema alimentario. Este es el principal principal impulsor del cambio climático (33% de las emisiones de GEI), el principal impulsor del cambio de uso del suelo y de la pérdida de biodiversidad (40% de la superficie terrestre), el principal usuario de recursos de agua dulce (70% de las extracciones mundiales de agua dulce), así como el principal contaminador de los sistemas terrestres y acuáticos a través de la escorrentía de fertilizantes. Dicho sucintamente, es el principal actor impulsor de los impactos planetarios. Si la situación no toma una dirección totalmente diferente u antagónica, las previsiones para el 2050 son que habremos superado con creces los límites establecidos para la habitabilidad en nuestro planeta.


Paola destacó el impacto del desperdicio alimentario en ese sentido. Un tercio de los alimentos que se producen es desperdiciado, siendo las frutas y verduras los productos que más se desperdician. No sólo se desperdicia el alimento en sí, sino que todos los recursos utilizados en la cadena alimentaria lo hacen con él.


Por otro lado, expuso la insalubridad de las dietas actuales: 11 millones de muertes son atribuibles a una mala alimentación y el 69% de los alimentos envasados no se ajustan a una dieta sana, por su exceso de azúcares, sal y/o grasas saturadas. En nuestro país un 34,3% de personas de más de 18 años tiene sobrepeso y un 14,1% obesidad y el 20,4% de los habitantes de España está en riesgo de pobreza. Es decir, vivimos en un paradigma en el cual no está garantizado el derecho a una alimentación adecuada y toda la cadena alimentaria está dedicada a la obtención de beneficios en lugar de destinarse al abastecimiento seguro, delicioso, adecuado, saludable y sostenible de recursos alimentarios para los humanos y el planeta.


Ahora bien, existen alternativas viables para el cambio de paradigma, comenzando por el uso sostenible de las explotaciones agrícolas y la dieta. Paola recordó que entre el 53% y el 81% de los micronutrientes presentes en los alimentos son producidos por pequeñas y medianas explotaciones. Éstas representan el 84% de todas las exportaciones y el 33% de las tierras del mundo, predominantemente en Asia y en el África subsahariana. Es decir, debemos reducir las grandes exportaciones de monocultivos destinados a los biocombustibles o a la industria cárnica, así como hemos de reducir el desperdicio alimentario. Tenemos que cambiar nuestras dietas para que se ajusten a nuestros parámetros de salud y a los del planeta. Esto no resulta fácil discernirlo en muchas ocasiones y para ejemplificarlo puso una fotografía de un plato, que sin duda a la vista parecía saludable, en el que aparecían exclusivamente productos vegetales. Sin embargo, algunos eran importados desde países lejanos. A lo largo de toda la cadena alimentaria, lo que repercute negativamente al planeta que habitamos nos lo hace en la misma medida a nosotras. Por lo que no existe una disyuntiva posible entre el nosotros y el planeta. Así pues, debemos de ser conscientes del origen y el impacto de lo que consumimos para poder cambiar la dieta. El impacto ambiental ha de ser un factor determinante a la hora de escoger productos. Aunque sabemos que los precios, las promociones, la calidad, el olor/sabor (ligado con el placer), la salud, la fecha de caducidad, la comodidad o familiaridad son otros factores que afectan a nuestra manera de comprar y comer.


Para poder sortear estas dificultades que nos acompañan en el proceso de compra y para ir dando pasos hacia el cambio de dieta expuesto, Paola lanzó unos útiles consejos, que se pueden incorporando de forma progresiva, cómo comprar productos de temporada; realizar una “auditoría del frigorífico” y aprovechar las sobras o cocinar comida que sea 100% vegetal (recalcando el valor intrínseco de las legumbres).


Su ponencia finalizó reforzando la idea de que la sostenibilidad de las dietas y de los sistemas alimentarios son una alternativa posible que pasa por una regulación fuerte y por los incentivos adecuados, así como por la adaptación de las medidas al contexto local. La demanda de recursos medioambientales por parte de los sistemas alimentarios podría aumentar entre un 50% y un 90% si no se toman medidas de mitigación específicas. Los límites planetarios clave podrían superarse en 2050, con el consiguiente riesgo de desestabilización de los ecosistemas. Por consiguiente, la inacción no es una opción y todos/as tenemos un papel que jugar.



Para finalizar el evento, Jesús Román Martínez retomó la palabra recordando las claves que se habían ido exponiendo a lo largo de la jornada en relación con una adecuada, saludable y sostenible dieta mediterránea. Se agradeció a todas las personas asistentes la participación y el interés.


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