Los niños están sufriendo las consecuencias de un sistema alimentario que les está fallando, según el último informe publicado por UNICEF sobre el Estado Mundial de la Infancia.
A día de hoy, nos encontramos que la malnutrición sigue afectando gravemente a los niños – en 2018, casi 200 millones de niños menores de cinco años sufrían de retraso en el crecimiento o emaciación, mientras que al menos 340 millones sufrían de hambre oculta. Por otra parte, el sobrepeso y la obesidad están en aumento. Entre 2000 y 2016, la proporción de niños con sobrepeso de 5 a 19 años aumentó del 10% a casi el 20%.
¿Cómo es esto posible?
En el siglo XXI, la malnutrición infantil debe entenderse como parte de un contexto en el que se producen cambios muy rápidos, como el crecimiento de las poblaciones urbanas y la globalización de los sistemas alimentarios, y que está dando lugar a un aumento de la disponibilidad de alimentos ricos en calorías, pero pobres en nutrientes. Además, millones de niños subsisten con una dieta poco saludable porque simplemente no tienen una mejor opción.
Además, a medida que los niños crecen, su exposición a alimentos poco saludables, impulsada en gran medida por el marketing y la publicidad inapropiados, la abundancia de alimentos ultraprocesados y el acceso a comida rápida y bebidas altamente azucaradas, va aumentando.
¿Qué debemos hacer?
En palabras de Henrietta Fore, Directora Ejecutiva de UNICEF, «la forma en que entendemos y respondemos a la desnutrición debe cambiar: no se trata solo de conseguir que los niños coman lo suficiente; se trata sobre todo de conseguirles la comida adecuada para comer. Ese es nuestro desafío común hoy.«
Por ello, para abordar esta creciente crisis de desnutrición en todas sus formas, UNICEF está haciendo un llamamiento urgente a los gobiernos, empresas, sociedad civil y familias para garantizar que todos los niños y jóvenes tengan una alimentación nutritiva, asequible y sostenible que les nutra, les haga crecer y hacer frente a los desafíos económicos, sociales y ambientales de nuestro mundo cambiante en el siglo XXI a través de cinco medida principales:
Empoderar a las familias, niños y jóvenes para que exijan alimentos nutritivos. El conocimiento y la información son poderosos agentes en favor del cambio. Igualmente, fomentar la demanda de alimentos nutritivos significa no sólo educar a los consumidores sobre los beneficios de una alimentación saludable, sino también potenciar las aspiraciones culturales y sociales.
Impulsar a los proveedores de alimentos a tomar medidas en favor de los niños, incentivando la provisión de alimentos saludables, convenientes y asequibles. En este sentido, los productores y proveedores de alimentos tienen un papel clave que desempeñar, al igual que los gobiernos, que deben crear condiciones equitativas para todos los productores y proveedores y ayudar a garantizar que sus acciones se ajusten al interés superior del niño.
Establecer un entorno de alimentación saludable para todos los niños mediante el uso de medidas adecuadas, como el etiquetado obligatorio en la parte frontal del envase y el establecimiento de controles más estrictos en la comercialización de alimentos poco saludables.
Movilizar los sistemas de apoyo (de salud, agua y saneamiento, educación y protección social) para mejorar los resultados nutricionales de todos los niños. Un enfoque sistémico de la nutrición infantil puede ayudar a garantizar que los niños y las familias tengan acceso a una alimentación saludable y que los niños reciban los servicios de nutrición que necesitan para desarrollar todo su potencial.
Recopilar, analizar y utilizar periódicamente datos y pruebas de buena calidad para que los gobiernos respondan con políticas, estrategias y programas eficaces.
Personalmente, creo que este informe evidencia una vez más que las prácticas agrícolas actuales son insostenibles, pues están degradando las tierras de las que depende nuestro presente y su futuro, y que a los niños se les están negando las dietas que necesitan para crecer sanos.
Tenemos mucho en lo que pensar y debatir para encontrar las soluciones que nos lleven a cambiar esta situación y demostrar que es posible logar un cambio en nuestro sistema alimentario, uno que esté orientado hacia la salud de las personas y la naturaleza. Por esta razón, es necesario que todos trabajemos juntos e invirtamos en las soluciones adecuadas. De hecho, recientemente leía un estudio que señala que invertir € 1 en comidas escolares sostenibles puede generar hasta € 6 de retorno social. Y es que si se usa estratégicamente, la compra sostenible de alimentos es una de las herramientas más poderosas que todos los niveles de gobierno tienen a su disposición para crear cadenas de valor más fuertes y creen un ambiente alimentario saludable y sostenible.
¡Apostemos entonces por un cambio transformador en nuestros sistemas alimentarios, uno que mire a los alimentos como el valor que tienen y no como mercancía por nuestro propio bien y en el de las generaciones futuras!
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