La «dieta occidental», con sus altas proporciones de carne y alimentos ultra-procesados, contribuye a una larga lista de problemas de salud, entre los que se incluyen obesidad, enfermedades cardíacas, diabetes, hipertensión, ciertos tipos de cáncer, trastornos del estado de ánimo y demencia.
De igual manera, esta dieta también es un gran contribuyente a la degradación de nuestro planeta. La producción agro-ganadera contribuye con hasta el 30% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero y utiliza el 70% del agua dulce y el 38% de tierras. Además, la agricultura industrial contribuye a la pérdida de biodiversidad e implica el uso de grandes cantidades de herbicidas y pesticidas que contaminan nuestros ríos, humedales y arrecifes de coral.
De acuerdo a un informe reciente publicado por EAT y la revista médica The Lancet, debemos transformar significativamente la forma en que producimos y consumimos nuestros alimentos, pues de no hacerlo sufriremos grandes consecuencias.
Por esta razón, el informe recomienda adoptar una dieta sostenible que incluya:
incrementar el consumo global de verduras, frutas, nueces y legumbres,
deshacerse de los granos refinados en favor de los cereales integrales, y
reducir (al menos a la mitad) nuestro consumo de carne roja y azúcar.
Entonces, ¿cómo preparar una comida deliciosa y nutritiva que mejore nuestra salud y proteja el planeta? Las alternativas al consumo de carne son múltiples y la educación sobre la necesidad de cambiar los hábitos alimenticios es vital, pero la acción personal es solo una parte de la solución. Los gobiernos deben liderar el camino con cambios en las políticas que reflejen los desafíos actuales de la forma en que producimos y consumimos nuestros alimentos.
Estos cambios pueden empezar por:
mejorar la eficiencia y la sostenibilidad en las tierras agrícolas existentes;
la restauración de tierras degradadas y espacios marinos y fluviales;
una política de expansión cero de las tierras agrícolas para permitir que los ecosistemas naturales prosperen;
hacer que los alimentos frescos locales estén disponibles y sean asequibles; y/o
reducir a la mitad el desperdicio de alimentos
Son muchas las medidas a adoptar. Por ello, necesitamos nuevas políticas que protejan nuestro medio ambiente y la capacidad de producir alimentos para una dieta más nutritiva y saludable en el futuro. Solo así podremos evolucionar desde el escenario actual de pérdida-pérdida con dietas pobres que resultan en malnutrición, daños continuos a los ecosistemas y empeoramiento del cambio climático, a un escenario de ganar-ganar para las personas, los animales y el planeta.
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